A menudo después de vacaciones, o cuando los días de invierno son más cortos y se nos quitan las ganas de todo, o justo lo contrario, cuando fuera hace muy buen tiempo e invita a pasar horas al aire libre, ocurre que los niños que van a clases de idiomas por la tarde se rebelan y se niegan a ir.
Como yo misma pasé por esto como madre y además, varios padres me han pedido que les ayude con el mismo problema, he decidido escribir algunos sencillos consejos sobre qué se puede hacer en esta situación. Por supuesto, hay tantas soluciones como niños, así que me centraré en lo que me ha funcionado a mí y os animo a que compartáis vuestros métodos para lidiar con los peques y los pongáis en los comentarios debajo de esta entrada.
Primero: hay que comprobar si la falta de ganas del niño para ir a inglés se debe a las propias clases o a factores externos. Eso es bastante fácil. Observemos cómo está el peque antes y después de la clase. Si está de mal humor, se rebela, se pone en modo resistencia activa o pasiva, pero al final, convencido o incluso ligeramente forzado, entra en el aula y después de la clase sale con una sonrisa, satisfecho o emocionado, eso está bien. Y mejor aún, si nos cuenta con más o menos detalle lo que han hecho en el aula, es una señal de que el profe lleva bien las clases y su enfoque es el correcto. Entonces podemos estar seguros de que el problema no reside en el curso en sí.
Sin embargo, si veis lo contrario, por ejemplo, que el niño sigue descontento con el curso después de la clase y nada más salir dice que ya no vendrá más, y es una situación recurrente durante varias clases seguidas, es imprescindible consultarlo con un experto en metodología de la academia, o con un Supervisor del método si se trata del curso Teddy Eddie, para analizar el problema más a fondo. Entonces será necesario que la persona que supervisa los cursos mire cómo se porta el peque en el aula. Pero si el niño sale bien de las clases, hay que buscar la causa de su rechazo fuera del aula.
Tenemos que fijarnos en qué situaciones generalmente se rebela y se niega a ir a la academia. Intentemos cambiar nuestros hábitos o rutinas y probar diferentes situaciones. Aquí os dejo algunos ejemplos de mi experiencia como mamá de un peque rebelde:
- mi hijo iba al cole unas ocho horas diarias, de 8 a 16. Siempre que era posible, intentábamos recogerlo antes. Me di cuenta de que cuando salía del cole antes de las 15 e íbamos directos a casa, al llegar mi niño se metía en su habitación y jugaba tranquilo. Creo que era su forma de relajarse y calmarse después del cole en el que se encontraba con un bullicio constante y un montón de niños. Cuando él estaba así de tranquilo y yo entraba en su habitación a las 15:45 para llevarlo a inglés (que teníamos a las 16:00), me encontraba con una gran resistencia. Era muy difícil dejar ese juego en solitario para volver a estar en un grupo de nuevo. Así que cambié esa rutina y los días de extraescolares no volvíamos a casa, sino que íbamos directamente del cole a la academia de inglés. En general, mi hijo no se daba cuenta de que algo iba contra sus planes 😉
- También noté que no le molaban sorpresas y que le gustaba saber su horario. Cuando tenía cinco años, conocía los días de la semana y sabía cuándo tocaba inglés. Pero antes de aprenderlo, a menudo cuando se enteraba de que después del cole íbamos a Teddy Eddie, esa información le pillaba por sorpresa y estropeaba los planes que ya había hecho en su cabeza. Así que empezamos con otra rutina: en el desayuno siempre repasábamos qué día era y qué nos esperaba. Gracias a esto, no había más sorpresas desagradables al salir del cole, daba igual si íbamos a la clase de inglés, o si teníamos otras tareas que hacer por la tarde.
Segundo: consistencia. Vamos a ser sinceros… Los adultos tampoco siempre tenemos ganas de hacer algo. Incluso esas clases de yoga o pádel a menudo no nos gustan tanto cuando tenemos que abandonar el confort de nuestra casa tan acogedora. Nuestro papel, siendo padres que creen en la enseñanza temprana de idiomas, es motivar a los peques, pero también insistir en que sigan.
Seguro que más de una vez nuestro niño nos quería convencer de que no necesita ir al cole porque no quiere; o que no tiene que comer, porque no tiene hambre, etc. Sin embargo, como son cosas importantes, diría incluso que inevitables, simplemente se hacen. Lo mismo debería ocurrir con el curso de inglés. Una vez más os daré un ejemplo de mi propia experiencia. Mi hijo sabe perfectamente que ir al parque, a la sala de juegos o al cine es algo opcional, lo hacemos si tenemos ganas, pero podemos elegir no ir. Algunas cosas, sin embargo, son obligatorias y tenemos que hacerlas sí o sí: mamá tiene que trabajar, mi hijo va al cole y a clases de inglés. Al darles esa importancia a las clases, no se perciben como algo adicional y opcional.
Tercero: una comunicación adecuada. Toda la vida estamos aprendiendo a hablar con nuestros hijos, no hay una sola forma para hacerlo bien porque los niños son diferentes, igual que sus problemas, rebeliones y momentos de crisis. Si nuestro peque siempre se queja antes de ir a clases o se opone a salir, para nosotros es (seamos honestos) una situación muy irritante. A pesar de todo, debemos mantener la calma y probar reaccionar de diferentes formas para ver qué es lo que mejor funciona con nuestro niño.
Una vez más, os cuento cómo lo hacía yo, quizás os puede ser de ayuda. Pues a mi hijo (igual que a la mayoría de los niños) le encantaba inventarse historias y contar “tonterías”. Cuando se quejaba y decía que no quería ponerse los zapatos e ir a inglés, yo le contestaba con algo así:
- Sí, te entiendo, yo tampoco tengo ganas. Ojalá los zapatos se pudieran poner solos en mis pies. Pero, ¿eso es posible? (en este momento el lloriqueo generalmente desaparecía dejando lugar a la curiosidad). ¿Crees que serían zapatos de velcro o de cordones? Y creo que tendrían alas pequeñitas en los lados, porque si no, ¿cómo saltarían para ponerse en los pies? ¿O quizás con unos muellecitos? (en este momento mi hijo empezaba a seguirme y a inventarse sus cosas, mientras tanto vistiéndose poco a poco y saliendo a… las extraescolares).
Cuarto: lo que no recomiendo es sobornar y prometer regalos o una recompensa por ir a las clases. Esa «motivación» en general funciona a muy corto plazo y crea una mala asociación en el niño: si me esfuerzo, me merezco un premio. También suele durar muy poco: ¡Prefiero no tener dulces y no ir a inglés! o pronto aumentan sus demandas: Hoy quiero un huevo Kinder, pero la próxima vez, ¡no voy si no tengo un paquete de Lego Star Wars! También crea en el niño una actitud de exigencia y bloquea la alegría del aprendizaje como tal y la motivación interna que queremos fomentar en nuestros peques, porque es la única motivación verdadera que puede perdurar años.
¡Queridos padres, no os rindáis! Todos sabemos que algún día nos lo agradecerán, ¿a que sí? 😉
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El texto fue escrito por Ola Komada, una de las autoras del método Teddy Eddie, profesora, experta en metodología, mamá de dos niños, de los que uno era un rebelde que hizo el curso Teddy Eddie. ¿Tienes alguna pregunta? Ponte en contacto con la autora: ola.komada@edubears.pl. Si estás buscando un centro Teddy Eddie para tu peque, ¡comprueba nuestras localizaciones!